Que sí hombre, sí que es posible: hagámoslo bueno, bonito y barato. Lo digo porque en el bar en el que tomo el café ha subido el cortado un 10% en un año en que los salarios han bajado, la inflacción terminó al rededor del 2% y la subida del IVA subió varios puntos para estrechar el bolsillo de los contribuyentes. En resumen, que me he comprado un termo y me llevo el cafecito al trabajo; y además, invito a quien quiera. Cobrar el café con leche en un polígono industrial a 1,40 es para plantarse y exigir que venga acompañado de algún valor añadido. Mientras tanto que no, not, nein, ez...
Así que mientras el dueño del bar va pensando el I+D+i que le va añadir al cortado para que justifique el precio, el menda opta por el termo hasta que llegue la máquina de café encargada para uso de los empleados. No será lo mismo, pero el precio será 0,40 céntimos. Justo un eurito de ahorro, que bien guardado nos dará para algún capricho.
Pongo este ejemplo porque le va a la perfección a este solar. Tenemos dos opciones. La primera hacer un café excelente, servido en bajilla de plata, acompañado de una pastita y el periódico para ser cobrado a 1,40 o nos lo montamos a 0,40 en vaso de plástico, con cucharilla de idem. Cada cosa tiene su mercado. Habrá hosteleros que prefieran servir cuatro cafés caros y esperar a clientes con mucha cartera, pero en una época de bajada de sueldos y poco consumo habrá otros que opten por vender mucho con los márgenes comerciales más estrechos.
Hay quien dice que hacer las cosas bien, baratas y con estética apetecible no puede ser. Pues bueno, ellos verán, pero el mercado está para hacer los productos competitivos a un precio razonable y que además sea de calidad. En realidad es lo que se estuvo haciendo en este reino cuando éramos un país emergente (entonces en vías de desarrollo) hasta que todos nos sentimos ricos y nos dio por especular y por vivir del pelotazo. Pues bien, el mensaje está dado para el bar en el que tomamos el café.