MI INNOVACIÓN ES TU DOLOR DE CABEZA de M. Kanter.
Los economistas dicen que hay que cambiar el modelo productivo ligado a la construcción. Es verdad y, además, urge; pero para hacerlo se necesita mucho espíritu crítico y poner en solfa la autocomplacencia de que aquí se vive muy bien. La fiesta y el jolgorio son para lo que son. Es decir, para dar satisfacción a los aspectos lúdicos del ocio, y punto. Transformar un modelo económico precisa de preguntas inteligentes que si no tienen respuesta en el presente sin duda lo tendrán en el futuro. Sin embargo, es necesario hacérselas.
Tendemos a la endogamia de pensar que lo nuestro es mejor y lo concretamos en el modo de vida, la dieta mediterránea, las relaciones familiares...incluso, en lo bien que acogemos al que viene de fuera. Además, nos sentimos europeos aunque luego cada país tenga unos intereses distintos y coja el vuelo para destinos diferentes. Pero la economía del conocimiento y la búsqueda de la excelencia en lo que hacemos queda muy lejos de nuestros planteamientos. Carecemos de la curiosidad necesaria para emprender retos, acometer empresas y sobre todo ser críticos, no tanto con otros sino con nosotros mismos.
Tendemos a protegernos y, de esta forma, los trabajos se encuentran por "enchufes" y recomendaciones de las personas próximas, más que por la calidad de nuestra experiencia. Luego decimos que buscamos lo mejor, cuando en realidad lo que hacemos con este tipo de decisiones es rodearnos de mediocridad. La misma que hace que se premie al pícaro o al que golfea en la economía sumergida por aquello de que si no lo hago yo, otro lo hará. Parámetros como los señalados nos alejan del gusto por la excelencia y el valor añadido extra a nuestro trabajo. De esta forma, nuestros males siempre son culpas de terceros y lo concretamos en Gobiernos ineficaces, sector público poco rentable o en el tiburoneo del privado. Pero pocas veces ejercemos la crítica necesaria sobre nosotros y tratamos de corregir nuestros errores.
De la misma manera que alguna reponsabilidad tendrán nuestras universidades de que los jóvenes mejor preparados sólo hallen el desconsuelo del paro después de tantos esfuerzos, el sistema empresarial debiera asumir como pérdida patrimonial (contable en los libros) el despido de experimentados obreros en los últimos años de su vida laboral. Igualmente, los trabajadores no nos podemos confiar. El mercado no hace maravillas. Somos nosotros con nuestras ganas de aprender, nuestra formación continua y espíritu crítico los que podemos subirnos a la ola del empleo. Pero teniendo claro que a lo que hagamos tendremos que aportar servicio y valor añadido. Sería bueno que nos grabáramos en los genes que, además, estamos obligados a ser emprendedores, críticos con lo que hacemos y amantes del conocimiento.
La innovación exige curiosidad y estar en los lugares en los que ésta se produce. De la misma manera que tendremos que acostumbrarnos a viajar, tendremos que aprender a trabajar con los mejores. Ese es el reto: rodearse de los emprendedores, los curiosos y críticos. Hacerles un hueco en nuestras vidas y arriesgar. Y no nos engañemos, nuestra calidad de vida y el futuro laboral de los trabajadores de este país se juega en estos frentes. Esperar subvenciones, con el tiempo va ser como el que toque la lotería. Así que o nos remangamos o nos pasan por encima los chinos. Al tiempo.
Persiguiendo a Gabo
Hace 10 años