
PARA MIS AMIGOS DE INTERNET, CON LOS QUE ME APETECE TOMAR UN PINTXO DE TORTILLA Y UN BUEN VINO DE SU REGIÓN
Ignoro si fue en un alarde de temeridad, genialidad o simplemente de necesidad, como la cocinera del General Zumalacárregui inventó la tortilla de patata. Plato humilde y sencillo, pronto superó su lugar de nacimiento para pasar a ser la tortilla española por excelencia. En contraposición a su hermana la francesa, los habitantes de este solar ibérico vimos en ella la forma de superar a nuestros vecinos en el arte del buen condumio.
Sencilla de hacer, admite peculiaridades en función del lugar en que se ejecute. Hay quienes resaltan el sabor de la patata dejándola durita; otros, otorgan preponderancia a los huevos y la prefieren jugosa; y hay quien entiende que la cebolla y el pimiento verde son elementos básicos junto con el aceite y la sal. Cada cocinillas tiene su forma de elaborarla. Unos prefieren cortar la patata en dados y dejar que se frían. En el norte es habitual que se corte en lascas finas que son machacadas a medida que se fríen, dejando una especie de pasta.
Su eleboración requiere de técnica, y es muy común que muchas familias dispongan de una sartén exclusiva para su utilización. Es un plato que apetece en cualquier momento del día, siendo irresistible recién hecha, cuando se muestra calentita y con olores de reina de la cocina.
Ascendida a los altares, cada región la ha modelado y enriquecido, añadiéndole más materias. Los cocineros la han encumbrado con nuevas formas de hacer en un alarde de imaginación. Zumalacárregui pasaría a la historia como un magnífico general capaz de aglutinar un buen ejército, pero su cocinera perdura en todos los hogares de este país, que en eso del buen llantar no entiende de políticas y sí de pasiones.
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