lunes, 27 de diciembre de 2010

PEINANDO CANAS


LA SABIDURÍA ES HIJA DE LA EXPERIENCIA de L. Da Vinci

Me gusta más Iberia que Vueling. La primera es una compañía de las llamadas de bandera y el trato es de "señores pasajeros". En la segunda, la de bajo coste, el trato es de tú y te desean un "feliz vueling". Seguramente el maltrato al pasajero será el mismo, y además, posiblemente no se justifique el sobre coste de volar con la primera. Pero sí,  quienes peinamos canas o lucimos una frente amplia no estamos para muchas ñoñerías. En lo personal, prefiero que un niñato me trate de usted a que me espete un tú como si fuéramos colegas del barrio. Y sobre todo que una compañía a la que le pago una pasta por viajar y a cuyas voces anónimas no conozco de nada, no le tolero el tuteo ni que me desee un vueling agradable.

La antigüedad es un grado; y quienes empezamos en infantería y afrontamos la vida a pecho descubierto, bien merecido nos tenemos un respeto de la tropa. Colegas son los compañeros de aventuras, esos con los que compartes vinos y no necesitas mirar a la cara porque ya conoces las marcas que deja la vida en cada arruga de ella. Pero a los otros, a quienes se te suben a la chepa por el encato de la edad o simplemente por la osadía de su bisoñez, es necesario recordarles que la pasta gansa la tienen quienes, por lo general, la edad les hace usar una talla  grande,  y que para ser oficial antes hay que ser chusquero o pasar por una academia.

El oficio se adquiere con los años, y algunos se creen con la carrera terminada porque se asoman al mundo, aunque luego cuando vengan mal dadas precisen del aval de los mayores o de la recomendación de quienes tienen más mili que el Capitán Trueno. No quiero ser joven, ni maldita la gracia que me hace querer ser lo que no se puede. Asumo mi edad y mi decrepitud, pero reclamo las medallas que me gané en mil batallas y, sobre todo, no consiento que cualquiera me ningunee, y menos esos megapijos amantes de los coches con mucho ruido, marcas de ropa y que se creen, además, triunfadores cuando no han dado todavía un palo al agua.

Todo esto viene a cuento porque hace unos días uno de estos niñatos aparcó su super coche en doble fila entorpeciendo la salida del mío. Le pedí que lo echara un poco para adelante, que yo salía y además le facilitaba el aparcamiento.
Mirada por encima de la chepa del ínclito:
- ¡Ya sales!.
- Joder, sepáralo un poco y no me obligues a hacer maniobras.
Sonrisita a los colegas:
- ......
- Échalo para adelante, que de todas formas lo vas a tener que hacer para aparcar cuando yo salga.
Aire de autosuficiencia:
- Joder, colega. ¡Sal de una puta vez!
La sangre se me sube al cerebro; recuerdo que tengo seguro a todo riesgo; me meto al coche; introduzco la primera, acelero y quito el embrague. Ostión al canto: parachoques arrancado, aleta abollado y focos traseros rotos.
Aquí se terminaron las sonrisitas y el aire de autosuficiencia del niñato al que le jodí el coche de su papá. Infeliz angelito al que, por supuesto, pedí disculpas por mi torpeza y que para colmo de su desdicha se le olvidó hacer los papeles para el seguro.

Real como la vida misma. Como lo es que, además, le dije adiós con la mano.