NUESTRA CABEZA ES REDONDA PARA PERMITIR AL PENSAMIENTO CAMBIAR DE DIRECCIÓN. F. Picabea
Asistimos impasibles a una televisión basura que, a juicio de los responsables que la emiten, responde a las demandas del mercado. Al consumidor le gustan las altas dosis de cotilleo y de escándalo aunque sea de antemano convenientemente preparado. Lo mismo pasa con la comida. Nos gusta fuerte, grasienta, que transmita sensaciones organolépticas peculiares, aunque luego reconozcamos que dietéticamante es una basura.
Los responsables de marketing conocen bien los gustos de la población y no dudan en aderezar noticieros y programas televisivos como si de comida rápida y mal condimentada se tratara. El caso es satisfacer el apetito insaciable de los consumidores a costa de colesterol, ácido úrico o estrecheces mentales en la parrilla (me encanta el término) televisiva.
Es así, lo asumimos y lo damos por bueno. Pero cuando eso ocurre con políticos y las políticas basura que desarrollan, surge otro cantar. Quienes se manifiesten en contra de estos buscadores de votos que les reporten poder serán duramente criticados y además pasarán a ser considerados "antisistema", "antisociales" o "marginales". La cosa funciona así. En un solar en que la mayoría de los políticos puede tener la consideración de basura no hay crítica social que influya en contra de ellos y su descaro.
La política nacional se está convirtiendo en una bazofia tan mala como lo pudiera ser la comida basura y los esperpentos políticos que se pasean por el ruedo ibérico dan para muchos programas televisivos como Gran Hermano y pueden competir alegremente con tipos como Belén Esteban. Al final resulta que el sistema -éste, el democrático- no es más que un gran mercado en el que todo se vende y para ello hay que aderezar el producto con grandes dosis de estímulos dirigidos al consumo.
Quienes preferimos llevarnos un buen bocadillo de casa a comer del catering del avión o quienes disfrutamos con la dialéctica reposada de las ideas o con la oratoria meditada y correctamente esgrimida de los ponentes, también quisiéramos unos políticos a la altura de los sueldos que cobran y de las prebendas de que disfrutan, pero con la inteligencia y el buen hacer como enseña. Mientras tanto prefiero tener la consideración de "antisistema" y apartarme de ciertas prácticas que terminan en cirrosis y locura colectiva.
Persiguiendo a Gabo
Hace 11 años