ES MÁS FÁCIL SER GENIAL QUE TENER SENTIDO COMÚN. J. Benavente
Tras el terremoto del año pasado en Haití todo fue espanto y dolor. Pronto llegaron las televisiones y los enviados especiales a mostrarnos la dureza de la devastación; y con ellos, las ONG en forma de personal sanitario, bomberos, o colaboradores desinteresados que dejaron lo mejor de ellos con la mejor voluntad. Ruido.
Las tropas americanas pusieron un poco de orden en un país que perdió el gobierno y en el que la falta de infraestructuras impedía socorrer a la población. Hasta allí llegaron los ejércitos de otros países (recordar el helicóptero español accidentado) y fusíl en mano organizaron el abastecimiento y la dotación de recursos básicos. Para entonces las Naciones Unidas reconocían que no habían sabido reaccionar a tiempo. Más ruido.
Llegaron políticos a los que hubo que dar prioridad en las pistas de aterrizaje a costa de retrasar la ayudas humanitarias. Se organizaron colectas y la banca se comprometió a no cobrar comisiones por los envíos monetarios a las ONG. El ruido seguía aumentando. Se sucedieron los telemaratones por la causa de Haití en los que artistas americanos prestaron su imagen con el fin de dotar de recursos para le reconstrucción, al tiempo que los gobiernos aseguraban que su presencia allí sería estable y continuada en el tiempo. Ruido insoportable.
Como consecuencia de aquella debastación llegó el cólera. Y otra vez los mismos periodistas nos mostraron los mismos campos de plástico en los que se hacina la misma gente que lo había perdido todo. La reiteración es cansina cuando el gobierno americano vuelve a prometer que envía la marina con buques anfibios para socorrer a la población después de las inundaciones producidas por el huracán "Tomás". Más ruido.
Mientras presenciamos el relity show cómodamante sentados en la butaca con tapones en los oídos que amortigüen tanto decibelio, quizás quede preguntarse de una maldita vez, ¿dónde están las nueces?
Persiguiendo a Gabo
Hace 11 años