
Fue un accidente. Diego no mató a Aitana. Acusado de violador y de matar a una niña de tres años tuvo que ver su honor mancillado por un error que nadie pagará. Los médicos que atendieron a la pequeña creyeron ver desgarros en ano y vagina, quemaduras y malos tratos.
Ahora poco importa que el informe del forense diga que las causas fueron fortuitas, como consecuencia de haberse caído de un columpio. Habrá quien quiera trasladar la polémica hacia el ambulatorio El Mojón por no haber dado la importancia que se merecía la caída. Es posible que los facultativos de los dos centros hospitalarios donde fue atendida tengan alguna responsabilidad. La justicia lo dirá.
Quienes sí se irán de rositas serán los responsables esas televisiones, tertulianos y periodistas que mercadearon con una noticia sin confirmar. Acusaron de malos tratos y estrupo, e incluso mostraron imágenes de una persona esposada que era insultada por el clamor popular. No se les caerá la cara de vergüenza, ni pedirán perdón públicamente. Recurrirán al secreto profesional y la libertad de expresión para escurrir la equivocación.
Si se confirma el informe del forense, el caso será de una gravedad tal, que merecería una revisión profunda de sus protocolos de actuación. No debe bastar con que Diego sea puesto en libertad sin cargos. Ese hombre merece una reparación moral que debiera salir de quienes se lucraron dando una noticia errónea. La policía debiera cuidar que el traslado pueda ser degradante hacia el detenido hasta que no se produzca el juicio. Los jueces, por su parte, no pueden ser tan permisivos hacía, la ya habitual, fuga de información de los juzgados.
El estamento policial, judicial y sanitario han podido cometer errores de bulto; pero nada comparado con el tratamiento informativo del cuarto poder. Va siendo hora de que la prensa utilice los editoriales para pedir perdón, firmando con nombres y apellidos y dedicando el tiempo necesario en momentos de máxima audiencia a la reparación del honor de Diego.