jueves, 11 de junio de 2009

DUBRONIK Y MOSTAR EN EL CORAZÓN


Llegamos a Belgrado después de una interminable escala de 9 horas en el Aeropuerto Leonaro Da Vinci de Roma. Un pequeño bimotor nos traladó al aeródromo de Dubronik, enclavado en la Antigua Yugoslavia. Había fallecido Tito y nada hacía pensar que años después en esos mismos lugares se desarrollaría la guerra de los Balcanes.
Fue unos de mis primeros viajes y allí llegue de la mano de la persona que más quiero y he querido. Pasamos unos días inolvidables en esta ciudad, de corte medieval, altiva y hermosa del Adriático. Muy diferente a la humilde y musulmana Mostar. De esta última recuerdo bien sus calles estrechas que desembocaban en el famoso puente bombardeado por los serbios y reconstruido posteriormente por las tropas españolas.
De Dubronik nos vinimos con algunas alfombras y perfume de Lavanda. Entonces era ya una ciudad turística visitada fundamentalmente por italianos. Recuerdo sus casas de piedra, su perfecta muralla y su magnífica calle mayor que desembocaba en los baños musulmanes.
No existía la propiedad privada y los negocios y empresas se constituían por cooperativas. De hecho toda Yugoslavia era una gran cooperativa. Del Hotel President me traje una pequeña pastilla de jabón que 25 años después todavía conservo, como recuerdo del genocidio que posteriormente cometieron sus vecinos.
Seguí la guerra en ambas ciudades, me dolió el sufrimiento de sus gentes y nunca pude entender cómo pudieron bombardear ciudades tan hermosas.
No he vuelto a visitar esos lugares, aunque en más de una ocasión he pensado en volver. Me imagino que las habrán reconstruido, pero me pregunto si se puede rehacer la dignidad y el sufrimiento de quienes allí fueron sitiados y bombardeados

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